Ciudad de México – La reciente muerte de José José significa para muchos el final de una generación de artistas que pusieron en lo más alto la canción mexicana, cuya supervivencia puede ahora correr peligro.
Cantantes como Juan Gabriel (1950-2016), José José (1948-2019) y Rocío Dúrcal (1944-2006) fueron estrellas protagonistas del éxito de la balada en lengua española, que bebió en gran medida de la tradición musical de México.
Con la muerte de cada uno de ellos, las calles se llenaron para darles el último adiós en muchos lugares del mundo y miles de personas lloraron su muerte pensando que con ellos se iba una parte del ideario musical de los países de habla hispana.
Sin embargo, hay quien piensa que el arraigo de la música mexicana y su romanticismo es tan fuerte que, aunque estos artistas ya no estén presentes, su legado permanecerá en el tiempo.
Es el caso del musicólogo Carlos Olivares Baró, quien consideró en entrevista con Efe que “es difícil que la tradición muera” y añadió que esta música “es muy querida en el mundo entero”.
Para él, las rancheras, los boleros, el mariachi o la balada “nadie se las puede quitar al pueblo”.
“¿Quién puede terminar con el mariachi o con una buena ranchera de esas que te zumban el corazón?”, preguntó retóricamente Olivares Baró.
Quien fue conocido como El Príncipe de la canción, en concreto, fue la voz de miles de personas que conectaron con sus letras y con su “perfectamente afinado” tono a través de canciones como “El triste” o “Gavilán o paloma”.
“Puso su voz al servicio del amor, del desamor y del dolor. (…) Nos inmunizó. Yo pongo una canción de José José y ya me curo”, detalló el musicólogo.
Y esta conexión con el público la consiguió precisamente con sus versos, que eran “transparentes y sencillos”, lo que hizo también que algunos puristas menosprecien sus letras.
“No podemos enjuiciar sus letras como un gran poema, llegaron a la gente popular, a la gente del barrio y a los amantes comunes”, defendió Olivares Baró.
LA ESPERANZA DE UN RELEVO GENERACIONAL
A pesar de que muchos se quedan huérfanos al perder a este gran referente, su voz sigue y seguirá sonando en cada casa mexicana, ya que los más jóvenes escucharon los discos de sus padres e incluyeron sus canciones en las fiestas que celebran con sus amigos.
Esto suele suceder ya en las últimas horas de la madrugada, cuando los asistentes necesitan liberar sus penurias de amor y recurren al Príncipe de la Canción que, como dice Olivares Baró, porque es el único que puede “curar”.
Además, artistas más jóvenes siguen honrando a estos icónicos cantantes, tanto con versiones más actuales de sus temas o continuando el legado de estos géneros que llevan décadas alcanzando los puestos más altos de las listas de éxitos.
Es el caso de la española Natalia Jiménez, afincada en México, que el mes pasado publicó el disco “México de mi corazón”, que contiene canciones como “Costumbres”, compuesta por Juan Gabriel y popularizada por Rocío Dúrcal o “Amanecí en tus brazos”, de José Alfredo Jiménez.
Por su parte, la mexicana Natalia Lafourcade, siempre ha estado interesada en investigar el patrimonio musical de su país y ofrecerá un concierto en diciembre como parte de su marca “Un canto por México”, a través de la cual reconstruirá el Centro de Documentación del Son Jarocho, en el estado oriental de Veracruz, afectado por el terremoto de 2017.
Otros como Cristian Castro, hijo de los célebres artistas mexicanos Verónica Castro y Manuel “El Loco” Valdés, también ha dedicado parte de su carrera musical a homenajear a los grandes referentes de los géneros tradicionales.
En un panorama en el que la música urbana parece desplazar el resto a un segundo plano, con estos jóvenes artistas permanece la esperanza de que la música tradicional mexicana nunca muera.
Y mientras, el México que aprendió a enamorarse con el Príncipe de la canción deberá hacerlo ahora sin José José y sus compañeros, con el consuelo de que siempre quedarán sus letras para marcar el camino de las nuevas generaciones.
EFE