Viena – Los malos hábitos alimenticios, como el creciente consumo de productos ultraprocesados, han provocado una epidemia de obesidad en Europa que no sólo aumenta el riesgo de sufrir enfermedades graves, sino que también supone un enorme coste y un grave desafío para los sistemas públicos de salud.
Más de la mitad de la población adulta de la Unión Europea sufre ya de sobrepeso u obesidad, mientras que uno de cada tres niños tiene esos problemas, según un estudio publicado hoy por United European Gastroenterology (UEG), que reúne a las principales asociaciones en materia de salud digestiva.
Unas cifras alarmantes que “en el futuro próximo sólo van a crecer, conduciendo a uno de los mayores y más significativos desafíos de salud pública que enfrentamos hoy día”, advierte Markus Peck, responsable de asuntos públicos de UEG.
El documento advierte de que hay estudios que prueban que la obesidad puede aumentar en un 50 % el riesgo de padecer cáncer colorectal, especialmente en hombres.
Además, casi tres cuartas partes de todos los obesos sufren de hígado graso, algo que puede acabar provocando esteatohepatitis no alcohólica, una inflamación que puede degenerar en problemas mucho más graves.
En el informe se destaca que la incidencia de la obesidad infantil es mayor en los países del sur de Europa en los que la dieta mediterránea, rica en vegetales y con un consumo limitado de carnes rojas o azúcar, ha sido sustituida por productos procesados.
Malta, Croacia, Italia, España, Chipre, Grecia y Portugal aparecen a la cabeza de los socios comunitarios con más porcentaje de niños con sobrepeso.
El informe alerta del círculo vicioso entre obesidad y pobreza: Hay estudios que relacionan tener unos ingresos bajos con ser obeso.
Y, al tiempo, la obesidad puede tener efectos en la salud mental de los niños, provocando ansiedad y depresión, perjudicando el rendimiento educativo y, a la larga, su situación salarial.
También se destaca la importancia para el futuro del niño que tiene su alimentación en los dos primeros años de vida.
Además, la obesidad supone una pesada carga para la sociedad, no sólo por el coste de los tratamientos médicos que implica, sino por las pérdidas económicas derivadas de la falta de productividad laboral y la pérdida de calidad de vida.
Un coste que en este informe se cifra en 81.000 millones de euros al año en la Unión Europea.
El informe sienta en el banquillo de los acusados a los alimentos ultraprocesados, como la bollería industrial, los precocinados congelados, las carnes procesadas o las patatas fritas de bolsa.
Desde UEG se señala que esta comida, a menudo producida por grandes compañías, viene preparada para el consumo y es muy duradera, por lo que tiene una ventaja comercial frente a alimentos más sanos, pero también más perecederos.
El informe vincula el consumo de estos productos, que tienen a menudo altos contenidos de sal, azúcar añadido o grasas saturadas, con un aumento del riesgo de sufrir cáncer.
Los productos ultraprocesados suponen entre el 25 y el 50 % del total de ingesta energética diaria.
Por ello, la restricción de estos productos se cuenta entre las medidas reclamadas tanto a la Unión Europa como a los países miembros para reducir los riesgos, el coste y el impacto social de las enfermedades digestivas.
“Necesitamos que la Comisión Europea y los Gobiernos nacionales adopten ahora medidas para cambiar la forma en que compramos y consumimos alimentos”, afirma Peck, jefe de gastroenterología del Klinikum Klagenfurt.
Así, se pide, entre otras medidas, que se limite la publicidad y la disponibilidad de la “comida basura”, en especial para los niños, que se impongan recargos fiscales a los refrescos azucarados, y que haya etiquetados más claros sobre valor calórico y nutricional.
En general, UEG pide reducir la producción de productos procesados y más campañas educativas e incentivos para cambiar la cultura alimentaria hacia una más saludable.
“Nuestro objetivo debería ser lograr una transformación a nivel europeo hacia dietas saludables para 2050”, explica Peck.
Este experto recomienda así duplicar el consumo de frutas, verduras, nueces y legumbres, y reducir a la mitad el de carnes rojas o azúcar en los próximos 30 años.
También que el azúcar suponga menos del 10 por ciento de la ingesta total de energía diaria, y que las grasas saturadas no superen el 10 por ciento.
Además, UEG pide limitar el máximo posible, e incluso prohibir, el consumo de las llamadas grasa trans, responsables del colesterol malo.
EFE